Las estudiantes Neus Carrascal y Alejandra Ballester ganan la fase internacional del concurso de Nanorelatos

calendar_today Jun 16, 2022
Las estudiantes Neus Carrascal y Alejandra Ballester ganan la fase internacional...

Dos textos de las estudiantes Neus Carrascal Pastor, de 4º de ESO del IES Càrcer, y Alejandra Ballester Lladosa, de 1º de Bachillerato del Colegio Guadalaviar de València, han resultado ganadores de la fase internacional del concurso de Nano-Relatos “Caben muchas historias en el Nanomundo”, que el Instituto de Ciencia Molecular de la Universitat de València ha impulsado en los centros de toda la Comunidad Valenciana en colaboración con el VII Festival de Nanociencia y Nanotecnología.

Los relatos de Neus -La gelosia dels elements, escrito originalmente en valenciano- y de Alejandra -Ad Infinitum- accedieron a la fase internacional del concurso tras haber sido seleccionados previamente como los mejores en la Comunidad Valenciana. En las dos categorías en que se divide el certamen -3 y 4 de ESO y 1º y 2º Bachillerato- se presentaron 205 textos procedentes de distintas regiones españolas y de estudiantes de El Salvador y Costa Rica. 

El jurado del certamen internacional ha sido coordinado por la Delegación Institucional del CSIC en la Comunidad de Madrid y el Instituto de Micro y Nanotecnología IMN-CNM (CSIC). En la fase regional, el ICMol coordinó un jurado formado por cuatro miembros (puedes consultar el acta aquí) formado por dos filólogas y dos ingenieros químicos, todos ellos de la Universitat de València.

En esta edición del concurso, titulado “Caben muchas historias en el Nanomundo: ¡Cuéntanoslas!”, el premio para el ganador de cada categoría en la fase regional es de 200 euros. Tanto Neus como Alejandra recibirán, además, una tableta digital como ganadoras del certamen internacional de este concurso, que trata de incentivar el conocimiento de la Nanociencia a través de textos, en prosa o en verso, de un máximo de 200 palabras. Sus dos centros escolares recibirán dos packs de libros seleccionados por la Unidad de Cultura Científica y de la Innovación de la Universitat de València.

Los relatos ganadores son estos: 

CATEGORÍA A (3º y 4º ESO)

La gelosia dels elements (Qué celos), por Neus Carrascal Pastor (4º ESO, IES Cárcer)

Quina gelosia, pensen. El desig de tot element és convertir-se en gas noble, tots anel·len amb totes les seves forces aconseguir eixe nivell d’estabilitat constant que els caracteritza, ells estan complets, pensen. Nosaltres patim una manca d’electrons, i no fem altra cosa que buscar altres elements per tal d’unir-nos amb ells i aparentar ser nobles, ser plens. Estem farts de tanta inestabilitat, cansats dels canvis, d’evolucionar constantment cap a qualsevol fórmula química, ens sentim buits, solament volem viure tranquil·lament, sent màximament estables.

Quina gelosia, pensen. El desig de tot gas noble es deixar-ho de ser, la resta pot canviar, pensen. Conèixer nous elements i reaccionar amb ells, nosaltres estem condemnats a estar sols, sempre sols, completament sols... Les nostres vides són avorrides, estem farts de tanta estabilitat, d’aquesta vida inerta, ens sentim buits, solament volem veure el món més enllà de nosaltres.

CATEGORÍA B (1º y 2º Bachillerato)

Ad Infinitum, por Alejandra Ballester Lladosa (1º Bachillerato, Colegio Guadalaviar, Valencia)

El capitán suspiró melancólicamente mientras comprobaba que los papeles requeridos estaban en orden. ¿Cuántas veces había repetido las firmas, inspeccionado los paneles y conectado la maquinaria? No recordaba el número exacto, pero parecían demasiadas. Cerró la última carpeta que autorizaba el tedioso proceso y contempló desde su cabina el sombrío paisaje que se extendía ante él. Una esfera masiva reflejaba los rayos de la estrella más cercana, dándole un brillo metalizado que revelaba su naturaleza: una máquina imperfecta, como habían dictado sus superiores.

La humanidad había intentado innumerables veces construir un hábitat adecuado para su existencia, pero todos los ensayos fallaban. Aunque la ciencia hubiera desarrollado artefactos casi mágicos —nanomáquinas los llamaron— con infinidad de usos para ayudar en dicha misión, las generaciones actuales ya desistían en lo que consideraban vanas acciones y se acostumbraban a la vida en naves espaciales.

El botón rojo que tantas veces había pulsado relucía otra vez, tentándolo y advirtiéndolo de que no sería su último encuentro. El capitán, inquieto, apretó el botón y millones de nanomáquinas que componían el planeta giraron sobre sí mismas, dando comienzo al final de esa Tierra artificial. Minutos después, su mirada alcanzaba el infinito. Su trabajo había terminado.

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